sábado, 31 de octubre de 2009

No fue tersa, pero funcionó

Este país está cambiando. Para bien.
Los poderosos, los muy poderosos, los que parecían invencibles, también pueden ser derrotados.
Se que, para muchos, frases como las anteriores se considerarán una ingenuidad o, peor todavía, una cínica provocación. No son ni candor, ni sarcasmo. Dan cuenta de cómo funcionó ayer, de forma a veces ríspida y a veces titubeante, ese arreglo institucional que llamamos Senado de la República. Funcionó bien.
Quien se haya tomado la molestia de ver y escuchar la larga sesión de ayer, que culminó con la aprobación de la ley de ingresos de la Federación para 2010 y todos sus apéndices, habrá extraído muchas enseñanzas, la principal de las cuales es:
El proceso fue tortuoso, desesperante en más de una ocasión, pero arrojó resultados mucho mejores de los que la mayoría de los observadores habían pronosticado.
Por hoy sólo una conclusión al vuelo:
Al menos dos actores en esta discusión sobrestimaron su propia fuerza, calcularon mal y vieron convertidos sus desplantes de arrogancia en calladas derrotas, no por silenciosas menos contundentes. ¿Quiénes son esos dos actores?
El primero es Manlio Fabio Beltrones, quien ejerce como líder de los senadores del PRI. La estratagema de obligar al Ejecutivo a casi suplicar la colaboración de los senadores del PRI para sacar adelante lo sustancial del proyecto (que ya había sido aprobado por el PRI y el PAN en la Cámara de Diputados), y después, a la hora de la verdad, optar por una bochornosa abstención (digamos: pretender eludir los costos, pero lograr que se aprobasen mayores recursos fiscales de los cuales se beneficiará en especial su partido) falló por completo. Esos recursos les van a costar muy caro.
No ganó Beltrones ni el aplauso popular, ni la etiqueta de liderazgo responsable, ni la de político confiable y ni siquiera cumplió con eficacia la tarea de dispensar, desde la tarea legislativa, favores previamente prometidos: A la postre, la adición en la Ley Federal de Derechos del artículo 244-E que exentaba del pago al Estado de la contraprestación debida por el uso de espectro para nuevos actores en la telefonía celular por dos y hasta por tres años, fue desechada.
El segundo derrotado que sobrestimó su propia fuerza, sobre la clase política y sobre la opinión pública, fue el de los intereses de los grandes magnates de este país. Decidieron apostarle todo a sus "enchufes" en el poder legislativo (especialmente, en el Senado pero no sólo ahí, y notoriamente en el PRI y en el PVEM, pero no sólo en esos dos partidos) y a su capacidad para generar "ruido" (distorsiones) a través de los medios, rompieron lanzas en contra del Ejecutivo al que regatearon su colaboración y perdieron: El acotamiento a la consolidación fiscal fue ratificado por el Senado, si bien se suavizaron sus efectos en el tiempo.
El debate en el Senado acerca de la consolidación fiscal fue interesante, intenso y muy revelador de quién es quién a despecho del partido al que pertenezca.
La derrota de los grupos que, por razones obvias, se oponían a este acotamiento de la consolidación fiscal parece demostrar que: Uno, tener la hegemonía de la opinión publicada y de los medios de comunicación tradicionales ya no basta para doblegar a la clase política (la opinión pública no es necesariamente la opinión publicada y patrocinada, y eso lo están aprendiendo los políticos); dos, este país ya tiene una clase empresarial mucho más amplia, diversa, plural e informada de lo que tenía hace 30 años; los presuntos "representantes" empresariales - por ejemplo, CCE - han perdido autoridad moral, además de que muestran una lamentable pobreza intelectual y argumentativa, porque actúan como empleados de un puñado de magnates y no como auténticos voceros del amplísimo y variado conjunto de los emprendedores en México.
La democracia no fue tersa, no fue idílica, mucho menos fue angelical. Pero funcionó. Así pasa en casi todo el mundo. Bienvenidos a la normalidad democrática.

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viernes, 30 de octubre de 2009

El bravucón que se acobardó

Es una fábula que imaginé hace unas horas y que, como buena fábula, tiene moraleja. Los lectores disculparán el extravío, pero tal vez se deba a que estuve siguiendo puntualmente las discusiones de los senadores acerca del capítulo de ingresos del programa económico para 2010. Y eso, convendrán conmigo, desquicia al más plantado. Va de cuento:

Había una vez en un pueblo de ilusos e ilusiones un bravucón, con poses y actitudes de perdona-vidas, al que todos le temían. Se llamaba, ocurrencias que tienen los padres con un barniz de aldeana admiración por las culturas clásicas, Cayo Valerio Catulo, como el célebre poeta latino. Se dedicaba al comercio de permisos y prohibiciones (lo que quiere decir que era legislador dado al tráfico de favores) y se vio en el dilema de dar su venia - o la del grupo numeroso al que manejaba- o su rechazo - o el del numeroso grupo que le seguía como dóciles corderos- a una difícil pero indispensable propuesta para cobrar más impuestos a los habitantes del pueblo.

Siempre son impopulares los impuestos, pero lo son más en pueblos ilusionados con el espejismo de que todo deben recibirlo como caído del cielo. Dada la impopularidad de la medida, Cayo Valerio se resistía a dar su brazo a torcer. Deseaba ardientemente, sin embargo, que los impuestos se aprobasen porque ello le significaría - a él y a los de su grupo- disponer de más dinero y de más poder. Y en esas cosas, dinero y poder, Cayo no dudaba: Las quería, las anhelaba, le poseían como al adicto le esclavizan sus vicios, grandes o pequeños, manifiestos o privados.

Ideó entonces Cayo, quien se calificaba a sí mismo de inteligente y astuto, la estratagema de hacer que sus adversarios le rogasen apoyar la medida. Dejó que le suplicasen y multiplicó condiciones. Por fin, parecía que contarían con su voto y el de su grupo para sacar adelante la decisión y "compartir los costos políticos" (así le decían, en aquellos lugares, a la incomodidad resultante de andar matando ilusiones) a cambio de varios favores costosos exigidos por Cayo. Pero una horas antes de que llegase el momento de cumplir lo pactado, Cayo inventó más exigencias y demandó más prebendas. Estiró la cuerda hasta que ésta se rompió.

Al final Cayo y sus huestes no votaron por el aumento de los impuestos...y Cayo no pudo cobrar favor alguno. Cuando alguien le preguntó por qué había dado su palabra si jamás pensó honrarla, Cayo le confesó: "Mi linda cara vale más que mi palabra. Tengo que cuidar mi rostro que a tantos atemoriza". Pero desde entonces la cara de Cayo, desagradable sin duda, ya no atemoriza a nadie. Las madres reprenden ahora a sus hijos cuando cuidan más "su linda cara" que su palabra: "Ten cuidado no te vaya a pasar lo que al bravucón Cayo que, por cuidar la cara, se ganó la fama de ser sólo un cobarde al que no se le puede confiar nada".

¡Qué fábula tan triste!

martes, 27 de octubre de 2009

País de ilusos

"El pueblo que no ama la verdad, es el esclavo natural de todos los malvados" : Maquiavelo.

Un mexicano te perdona que le partas la madre, pero no que le rompas sus ilusiones.

El peor pecado que se puede cometer contra un mexicano es romperle las ilusiones. Las ilusiones son algo tan preciado entre nosotros que se vuelven intocables. Habrá, sin duda, algún intelectual orgánico que le de forma y pretextos a esta fenomenología de la ilusión y que descubra - ¡oh, las revelaciones de los “expertos”!- que la ilusión forma parte de las “fibras profundas” del alma del mexicano junto con el maíz y el recurso a las bravatas como sucedáneo de la defensa heroica de la “dignidá”.
En un país de ilusos, como este, a la gente le parece del todo coherente gritar a la vez: “¡No más impuestos!” y “¡ni un peso menos de gasto público!”.
En un país de ilusos como este un doctor en economía, profesor del Colegio de México, puede presumir que aumentar el déficit público no tiene ninguna consecuencia (“no pasa nada” escribe el doctor Gerardo Esquivel en su bitácora en la red), y quedarse tan campante.
En un país de ilusos, como este, resulta perfectamente lógico que el mismo señor que vocifera para que le aumenten los recursos federales al gobierno de la capital, sea el mismo señor que condena cualquier alza de impuestos. Ese mismo señor, Marcelo Ebrard, en 2007 se rasgó las vestiduras porque habría un nuevo impuesto especial a las gasolinas cuya recaudación se destinaría “a los estados”; le mejoró el humor, sin embargo, cuando sus gestores en el Congreso lograron cambiar la redacción y se plasmó que la recaudación del nuevo gravamen se destinaría “a las entidades federativas”. No, pos’ así la cosa cambia. Así, el “gasolinazo” sigue siendo algo malo, pero como que se siente menos.
En un país de ilusos, como este, habrá quien encuentre natural que la supuesta izquierda radical – especialmente sectaria e intolerante- predique en esencia lo mismo que los grandes magnates. Incluso, se aplaudirá la “gallarda” defensa de los ciudadanos que hace un patán con fuero, obstruyendo cualquier discusión racional en la Cámara de Diputados.
El amor a las ilusiones que el mexicano manifestará a lo largo de su vida empieza a cultivarse desde la cuna. En vez de enseñarle a hablar como ser civilizado, al bebé mexicano una legión de parientes, empezando por su abnegada madre, se dedica a convencerlo que está bien decirle “evo” al “huevo”, “guaguá” al “perro”, “la meme” al “sueño” (de adulto se empeñará en decir: “dijieras”, “haiga”, “aclético”, “pecsi”, “cactas” por “captas”, “chopita” por “sopa” y exigirá que se le entienda de inmediato; quien ose corregirle su tartamudeante y pobre léxico recibirá, fulminante, la condena: “¡…che mamón!”).
Poco después, sabios programas de televisión didácticos, como el dominical de Chabelo (un señor de la tercera edad que habla como niño mimado y se viste con pantaloncitos cortos), le enseñarán que “aquí todos ganan”… aunque pierdan. En la escuela, le inocularán la ilusión de que entendimientos dispares y esfuerzos diferentes deben dar, siempre, resultados iguales (“¡es lo justo!”) porque aquí no tenemos esas odiosas costumbres extranjeras de reconocer a cada cual según sus méritos.
Para tercer año de primaria nuestro futuro iluso mexicano ya sabrá pelear con los maestros una mejor calificación alegando que hizo su “mejor esfuerzo”, igualito que los jugadores de la selección nacional. Más tarde, amparado en la ilusión de que “no hay que dejarse” atropellará a cualquiera que ose contradecirle. Y vivirá, llenito de ilusiones, pensando que es un signo de distinción escupir en la calle y convencido de que es normal ganar dinero sin trabajar o que trabajar consiste en “hacerla” lo que, a su vez, consiste en obtener una plaza inamovible que le hace acreedor a una paga periódica (paga de la cual se quejará amargamente, no importa cuál sea el monto de la misma, ni mucho menos cuán improductiva sea su presencia en el denominado “centro de trabajo”, porque siempre habrá alguien, real o imaginario, que gana más y eso “¡no es justo!”).
Por eso, porque vivimos en un país de ilusos, y porque en tal país no hay peor ofensa que romperle las ilusiones a alguien, los políticos mexicanos deben hacer malabarismo y medio - ¡pobres!- para mantener vivas las ilusiones: ¿Más déficit?, “¡No hay fijón, no pasa nada, ya lo dijo un doctor en economía, que crioque hasta premio noble es!”, ¿más gasto?, “pos’ pa’ luego es tarde, namás dínganme (sic) ónde van a poner la llave pa’ que me salpique”.
Ilusiones:
· Un día de estos vamos a volver a tener petróleo a raudales y los precios internacionales del petróleo van a estar por las nubes; este bendito país y estos lindos – e ilusos – compatriotas no merecen menos.
· Si yo fuera diputado quitaba todos los impuestos y sólo le cobraba un IVA choncho a los del billete.
· Me voy a ganar el Melate, ora sí mi reina, y vas a ver ton’s quién sigue siendo el rey.
· ¿A ver qué tiene el tal Juanito que no tenga yo?, si me lo propongo puedo llegar a ser “el preciso”, lo que pasa es que me da flojera tanta alharaca.
· Me vale, pos ni que me hubiera robado tanto como roba tanto “inche corructo” del gobierno.
· ¿Y qué?, ¿a poco manejar medio pasado es peor que bombardear Irak?
· No, si vas a ver, en el Senado les van a enseñar cómo hacerle para tener mucha más lana y no subir el IVA. Beltrones sí sabe.

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domingo, 25 de octubre de 2009

Más claro, ni el agua clara

"Nava, el tonto útil de Beltrones", escribe Federico Berrueto, que sabe un rato de estos personajes; no en vano le "plantó cara" a Roberto Madrazo con singular éxito.

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Gateau examina su correo electrónico



Donde vive Gateau (en francés: pastel) la banda ancha sí es ancha.

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sábado, 24 de octubre de 2009

Los mitos del "gasto corriente"

Antes de que inicie noviembre el capítulo de ingresos federales en México, para 2010, tiene que estar cerrado y "planchado". Por ley. Entonces, empezará en la Cámara de Diputados la discusión acalorada para confeccionar el presupuesto de egresos, ajustado al límite que marquen los ingresos aprobados.

Entre otras muchas cosas previsibles (por ejemplo, que decenas de periodistas escribirán que es una "rebatinga" de recursos, cuando la palabra correcta es "rebatiña") una legión de emisores de opinión hablará de que hay que cortar sin piedad, ni contemplaciones, el gasto corriente. Está muy bien. Nada más que convendría saber, antes, qué quiere decir eso de gasto corriente y qué quiere decir eso de gasto de inversión o de capital.

Llevo años diciendo que ni todo el gasto corriente es por definición malo, ni todo el gasto de inversión es por definición bueno. De hecho, esa clasificación contable del gasto en gasto corriente y gasto de inversión es bastante imperfecta para tomar decisiones inteligentes. Aquí conviene hacer un paréntesis un poquito didáctico.

En México, en el presupuesto de egresos de la Federación, hay tres grandes clasificaciones en las que se ordenan las partidas de gasto:

1. La clasificación administrativa: Responde a la pregunta de ¿quién ejerce el gasto?, o ¿a quién le pedimos cuentas de lo que se gastó?

2. La clasificación "económica" (ese es el adjetivo oficial, pero más que económica, esa clasificación es contable): Responde a la pregunta de ¿en qué se gasta el dinero? y es aquí donde entra esa sub-clasificación entre gasto corriente y gasto de inversión, y van algunos ejemplos: El sueldo de una enfermera que pone vacunas a los niños en el centro de salud y las mismas vacunas son gasto corriente; en cambio, la camioneta Suburban en la que el señor presidente municipal viaja para visitar al gobernador en la capital del estado es gasto de inversión. Apurando el ejemplo, hay que tener cuidado de que cuando alguien nos predica vehemente que hay que aumentar el gasto de inversión y recortar el gasto corriente no vaya a ser que nos esté diciendo: "Queremos más camionetas Suburban y menos vacunas". Por eso hay que afinar el análisis del gasto, e irnos también a la última de las tres grandes clasificaciones, que es...

3. La clasificación funcional que responde a la pregunta: ¿Para qué se gasta?, ¿para prevenir una epidemia de sarampión o para que el señor presidente municipal llegue a la capital del estado y al palacio de gobierno en un vehículo más que decoroso?, ¿para que los niños en las escuelas aprendan a cifrar y descifrar, leer, escribir, sumar, dividir y demás o para que el SNTE o la CNTE, según la sección sindical y el estado del país de que se trate, no paralicen las clases y no hagan "pacíficas" manifestaciones de protesta que a veces terminan como el famoso Rosario de Amozoc?.

Esta última clasificación debiera ser la más importante para tomar las grandes decisiones, en la Cámara de Diputados, de la misma manera que en el Consejo de Administración de una empresa se decide la mejor asignación posible de los recursos escasos para cumplir el objetivo de la empresa, que es la famosa "línea final" del estado de resultados: la utilidad neta. Los miembros del Consejo de Administración no deberían perder su valioso tiempo decidiendo recortar el gasto en lápices que hace la sucursal de Ciudad de Valles, sino si vale la pena tener sucursales propias o usar otros canales de distribución y servicio. Para ver que no haya un dispendio en lápices está el departamento de contabilidad y auditoría y están los gerentes de las sucursales.

Ahora, imaginemos que los miembros del Consejo de Administración no están interesados, como deben estarlo, en la línea final del estado de resultados, sino en evitar que su compadre que tiene el contrato de la empresa para surtir lápices y material de papelería, a un precio inflado, no vaya a perder esa fuente de jugosos ingresos. Si los miembros del Consejo de Administración razonan así, entonces las juntas de consejo se van a convertir en una rebatiña sobre los recursos de la empresa: Si Fulano quiere que su compadre surta los lápices, yo quiero que mi yerno, el que tiene agencias de autos, también se lleve su tajada y propongo que se renueve la flotilla de camiones de reparto de la empresa porque ya se ve muy deteriorada. Y además, para que mi solicitud suene mucho mejor que la de Fulano (el de los lápices) argumentaré que lo mío es gasto de inversión y no ese detestable gasto corriente que consiste en gastar lápices.

La pregunta que nadie se hace, en ese hipotético Consejo de Administración corrompido que ve un botín en los gastos de la empresa, es ¿para qué sirve este gasto?, ¿en qué contribuye, con indicadores objetivos y transparentes, de preferencia cuantitativos, a que se incremente el valor de la línea final del estado de resultados?

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viernes, 23 de octubre de 2009

Ni la menor duda

"Hay entendimientos tan pequeños que no les cabe la menor duda".

(Aforismo inspirado por el dogmatismo de un conspicuo representante de la izquierda vernácula).

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¿Por qué se les fue la "nota"?

No entiendo que a periodistas y reporteros supuestamente "experimentados" y supuestamente "enterados" se les vaya "la nota".

Dijo ayer ante los medios el Secretario de Hacienda: "Antes que nada, el Gobierno Federal reconoce el profundo espíritu de responsabilidad que privó en los trabajos de la H. Cámara de Diputados en la aprobación de la Ley de Ingresos de la Federación y que se reflejó en los resultados alcanzados".

Y añadió, por si no hubiese sido suficientemente claro:

"Quienes han participado en este proceso han aportado no sólo esfuerzo y muchas horas de trabajo, sino sobre todo la voluntad de llegar a acuerdos e incorporar una visión de mediano plazo sobre las necesidades financieras de nuestro país.
Incluso, la Secretaría de Hacienda participó con propuestas en este proceso. Se ha actuado con responsabilidad, pensando primero en México.".


Y dijo el Secretario de Gobernación ayer en la misma presentación pública ante los medios de comunicación:

"Sólo quiero dejar asentado el reconocimiento del Gobierno Federal a los acuerdos alcanzados en la Cámara de Diputados".


Las declaraciones completas pueden leerse AQUI.

O esto fue una diáfana respuesta a las inopinadas declaraciones del presidente del PAN, César Nava, que el día anterior había tratado de deslindar al PAN y al gobierno de lo que aprobó la Cámara de Diputados o yo ya no entiendo el español. El deslinde de Nava, no sin razón, fue visto por la presidenta del PRI, Beatriz Paredes, como una lamentable expresión de oportunismo electoralista y como un hipócrita intento de cargarle al PRI, a los ojos de la opinión pública, el costo político de aumentar las tasas de los impuestos (IVA, ISR e IEPES) y de engañar al público tratando de poner al PAN al margen de esas decisiones.

PRI y PAN (gobierno federal) fueron juntos en las decisiones - impopulares, pero responsables, a mi juicio- que tomó la Cámara de Diputados. Lo admite el gobierno, punto.

Esa fue, para mí, la nota. Clara, fuerte e insólita: El gobierno, por boca de los dos secretarios de Estado más relevantes, según la ley y según la práctica cotidiana, que son el de Gobernación y el de Hacienda, le enmienda la plana al líder formal del partido en el gobierno: PAN. No es una nota para esconderla en las páginas interiores, ni para ocultarla. Sin embargo, eso fue lo que hicieron los medios, al menos en sus portales en la red. La nota fue minimizada y enfocada en otros puntos menos relevantes (como el monto de recursos aprobados por las minutas que envió la cámara de diputados a la de senadores) por Reforma, Milenio, El Universal y Excélsior, entre otros. Lo mismo hizo, con toda displicencia, el noticiario principal de Televisa que conduce, y "arma", Joaquín López Dóriga.

¿De veras "se les fue la nota"?

No lo creo. Más bien parecería que "la nota" no fue del agrado de los dueños de los medios, que están enfrascados en descarrilar, en el Senado, lo que se alcanzó en la Cámara de Diputados.

Para que después me vengan con el cuento de que los medios tradicionales y convencionales trabajan para sus lectores y para el público. Sí, ¿cómo no?

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miércoles, 21 de octubre de 2009

Extraña unanimidad

"Cabeza" de primera plana de "Reforma" ayer miércoles: "Dejan el boquete ¡a contribuyentes!".
"Cabeza" de primera plana de "El Universal" ayer miércoles. ""Asalariados e IP tapan 'boquete'"

Curiosa semejanza. ¿Qué tan probable es que dos editores independientes entre sí, que literalmente no se hablan, elijan la misma palabra inusual y extraña ("boquete"), para su nota principal de la edición del día siguiente?

Boquete viene de boca y quiere decir; "Entrada estrecha de un lugar" y, también, "abertura hecha en una pared".

Curiosa semejanza. ¿Qué tan probable es que dos editores independientes entre sí, que literalmente no se hablan, decidan redactar una "cabeza" para la nota principal de su diario de mañana que va más allá de la información desnuda (digamos, por ejemplo:"Diputados aumentan IVA, ISR y el IEPES") y que incurre en la "editorialización" y en los juicios de valor? Porque las oraciones en ambos casos atribuyen una intencionalidad a alguien - no identificado- que optó por "los contribuyentes" o por los "asalariados e IP" para tapar un orificio - "boquete" - de las finanzas públicas. Nótese que en ambos casos el sujeto designado para cubrir el hoyo - "boquete"- es el mismo.

Dicho sea de paso, el juicio de valor implícito en ambas "cabezas" es un poco tonto, ya que de una u otra manera en cualquier latitud o en cualquier momento son los contribuyentes quienes tienen que cubrir, quieran o no, los faltantes de las finanzas públicas: Pueden cubrirlos pagando más impuestos, sufriendo las consecuencias de una mayor deuda pública o renunciando a los beneficios derivados del gasto público. No hay de otra. Si alguien conoce otra fórmula fiscal que nos avise.

Ambas "cabezas" buscan conectar con el lector despertando la indignación y el disgusto. Ambas "cabezas" presuponen que el lector es la víctima a la que le tocó, sin pedirle su parecer, tapar el "boquete". Un "boquete", está implícito en ambas oraciones, respecto del cual la supuesta víctima-lector-enojado es inocente.

Extraña coincidencia. ¿Es razonable inferir una tácita concertación o es mera paranoia del suspicaz observador?, ¿qué es lo que en realidad molesta e invita a esta inusual coincidencia de pareceres?

Hipótesis del suspicaz autor de estas "Ideas al vuelo": No es el "uno" añadido al IVA, no es el "dos" añadido al ISR. Son otras dos cosas: Es, sobre todo, el asunto de que se haya propuesto acotar las ventajas, inmensas para las grandes corporaciones de negocios, de la consolidación fiscal y es, también, ese impuesto (IEPS) de 3 por ciento a los servicios de telecomunicación que se prestan a través de conexiones a redes. Es hipótesis, nada más.

Otro diario, "Excélsior", ofrece en su "cabeza" principal la pista de lo que sigue en la estrategia de los negociantes: "El Senado promete corregir impuestos". Lógico, piensa el febril autor de estas "Ideas al vuelo", ahí tienen puestas sus esperanzas ese puñado de barones y magnates: En el Senado, calculan, podrán echar para atrás el agravio, que no es - para ellos - el asunto del "uno" en el IVA o del "dos" en el ISR (ellos no lo pagan, sino sus asalariados), sino el asunto de los beneficios, tan grandes que en algunos casos parecen incalculables, de la consolidación fiscal.

Ya veremos.

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Flacidez, inflamación y ruido

Me escribe un amigo en tono amargo:

"Un país que está casi en vilo por la suerte de los glúteos casi flácidos de una cantante de segunda pero viciosa de primera, ¿puede tener otra salida que no sea la debacle total?"


Debo confesar que al principio no entendí la referencia. Más tarde, algunas almas caritativas hicieron el favor de ponerme al día sobre ese acontecimiento nacional que ha desvelado a periódicos, noticiarios y programas de "comentarios" edificantes y de impecable gusto acerca de las venturas y desventuras de las celebridades.

Desde luego, mi amigo exagera, ¿o no?

Flacidez: "Laxitud, debilidad muscular, flojedad".

Pero el problema, me informan, parece ser más bien la inflamación derivada de un combate inopinado - con medios inapropiados - a la flacidez original.

Inflamación: "Alteración patológica en una parte cualquiera del organismo, caracterizada por trastornos de la circulación de la sangre y, frecuentemente, por aumento de calor, enrojecimiento, hinchazón y dolor".

Lo cierto es que el asunto ha provocado mucho ruido y el ruido - estruendo ininteligible - ocupa un gran porcentaje de nuestra atención, si es que de verdad los medios de comunicación reflejan puntualmente (como pretenden) las inquietudes y los deseos de saber del público.

Paradoja: En los primeros tratados de teoría de la comunicación en la era moderna - primeras décadas del siglo pasado - se le llama ruido ("noise") a aquello que perturba la comunicación entre emisor y receptor y que, incluso, puede llegar a cancelarla.

No sólo la flacidez o la inflamación de tal o cual parte anatómica de una celebridad es un ejemplo de ruido, también lo son las rutinarias tomas de la tribuna en los recintos legislativos (una variante de la vocación obstruccionista que abruma a cierta izquierda vernácula y que, desde luego, recibe una atención igualmente abrumadora en los medios de comunicación) o el desahogo estéril que se vierte en protestas cósmicas - no cómicas- contra los gobiernos, la globalización, los afanes "neo-liberales", qué se yo.

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martes, 20 de octubre de 2009

Lo peor es "la cereza"

Elocuente (hacer clic sobre el adjetivo).

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Primer mandamiento: No competirás

La anécdota la habría contado el director general de "Marcatel", Gustavo de la Garza, la reproduce la columna "Capitanes" del periódico "Reforma" - requiere suscripción- y dice así:
En diciembre de 1995 el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Carlos Ruiz Sacristán, le preguntó al dueño de Telmex, Carlos Slim, si su empresa estaba preparada, ya, finalmente, para competir. La respuesta fue contundente:
- Sí, ya me reforcé en el área jurídica.

En México no hay competencia (o hay competencia simulada) en:
- Petróleo
- Combustibles: gasolina y diesel
- Energía eléctrica
- Telefonía local y telecomunicaciones en general
- Televisión
- Autotransporte de carga
...y muchas actividades más.

¿Cuántas leyes, reglamentos, organismos públicos, comisiones, mitos ideológicos y arreglos tenemos para promover la no-competencia, la incompetencia?
¿Cuántas rentas han extraído negociantes, líderes sindicales, políticos, funcionarios públicos de la incompetencia?

Escribe hoy Federico Reyes Heroles, respecto del asunto de Luz y Fuerza del Centro y del rechazo de cierta izquierda cerril a la extinción de la empresa:
"Otra cortina de humo es lanzar a los "neoliberales" en contra de la empresa pública. Por lo visto no han leído el Artículo 27 constitucional, nadie está hablando (por desgracia) de abrir el sector."

Todo se resume en ese tímido paréntesis: "(por desgracia)". Sí, Federico, nadie - casi nadie, para ser justos- habla de "abrir" el sector...Ni lo mande Dios, ni lo permitan las esfinges sagradas.

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lunes, 19 de octubre de 2009

La esfinge habló y México se fastidió

Dos notas de Excélsior:

UNO: Rechaza Cárdenas inversión de IP en industria eléctrica
"El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano rechazó la propuesta del grupo académico México Evalúa para que el sector privado invierta en la industria eléctrica.
"No hay ninguna necesidad de pasar por encima de la ley, el Estado tienen los recursos suficientes para mejorar las redes eléctricas y para mejorar el servicio en todo caso", dijo.
Cárdenas Solórzano estuvo en el monumento a la Revolución para depositar un ramo de flores en la tumba de su padre, el general Lázaro Cárdenas, en un aniversario más de su muerte."

DOS:James J. Heckman califica de lenta, altamente regulada, poco competitiva y dependiente a la economía del país
(Notimex)
El premio Nobel de Economía 2000, James J. Heckman, advirtió que la economía mexicana es lenta, altamente regulada, con alta dependencia del petróleo y enorme impacto negativo de los monopolios que le hacen perder su filo competitivo.
Ante representantes de organismos internacionales y gobernadores de bancos centrales, sostuvo que los monopolios en México han elevado costos y retrasado el crecimiento, pero en la larga historia de México ha permeado temor para incentivar a los mercados.

Fin de las notas.

Más que vacas sagradas - dice mi amigo el Gordo Basurto - en México tenemos bueyes sagrados que se oponen a todo cambio y a quienes la opinión publicada venera como si fuesen de veras una fuente de sabiduría infalible.
Tiene razón el Gordo, pero tan "sagrado" es Cuauhtémoc Cárdenas (CC) que me da miedo llamarle "buey sagrado" y lo dejo en "esfinge sagrada"; para efectos prácticos es lo mismo: El país y los mexicanos que se fastidien. Habló el oráculo. Ya sabíamos lo que, con todo acierto, dijo Heckman. Lo que tal vez Heckman no sabe es que cuando las esfinges dicen que no es no, y punto.

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domingo, 18 de octubre de 2009

El amor al corporativismo, el miedo a la libertad

"Espíritu de cuerpo". "Unidad colectiva". "Solidaridad". "Gremio".

"La unidad es la que nos hará salir adelante" proclamó, ante unas cien personas - presuntamente pertenecientes al gremio de los trabajadores sindicalizados de la extinta Luz y Fuerza del Centro -, Fernando Amezcua, secretario del exterior del SME.

Tiene razón. La "unidad" es la única esperanza que le queda al SME para sobrevivir. Antes, la "unidad" fue forzada, venía junto con el empleo o "la chamba" en Luz y Fuerza del Centro - con mayor razón si para obtener esa "plaza" hubo que pagarle antes a un personero del SME o que se hacía pasar por tal-, y pertenecías al SME en automático, de la misma forma que en tiempos pretéritos pertenecías al PRI si trabajabas en un puesto de confianza en el gobierno (digamos, de jefe de departamento para arriba), y de la misma forma que la ley, al menos en la letra, te sigue obligando a pertenecer a la cámara tal o a la cámara cual, al gremio pues, si tienes una empresa de esto o de lo otro. Y la corporación, se supone, velaba por ti, la corporación (encarnada en asamblea o en junta de notables o en comité ejecutivo) decidía por ti lo mejor para ti, siempre y cuando lo mejor para ti fuese también lo mejor para la corporación. En caso de conflicto entre lo que tú pensabas que era lo mejor para ti y lo que la corporación pensaba que era lo mejor, no cabía duda: La corporación estaba (está) siempre sobre el individuo.

Esa es la "unidad" que invoca Amezcua para que el corporativo pueda subsistir. "Pertenecer a...". Ya no soy dueño de mí, ni de mis actos, ni de mis decisiones. Éstas son del colectivo al que pertenezco. A cambio de ceder mi soberanía individual, mi libertad, obtengo "protección", dinero, prestaciones y hasta un sentimiento como de calorcito acogedor, en lugar del temible desamparo de la responsabilidad individual. Si quieres recobrar tu soberanía individual te quedarás en el desamparo, a la intemperie, ahí donde está el "llanto y crujir de dientes".

Lo que ahora le sucede al SME es que, como corporación, tendrá que conquistar de nuevo a los miembros del cuerpo colectivo sin poder ofrecerles, a cambio de su "pertenecer a", dinero, una plaza, prestaciones...No los puede ofrecer hoy, pero la prédica corporativa es que "si nos mantenemos unidos" existe la probabilidad de recuperar esos viejos buenos tiempos en los que todo era el gremio, la corporación, el sindicato y en los que ese colectivo, espléndido, munificente, nos daba todo.

Del otro lado, aparece el gobierno, que de pronto, y al fin, se acordó de que el "dueño" de Luz y Fuerza no era el SME, sino el Estado y que si Luz y Fuerza ya no servía, desde hace años, para lo que se suponía que fue creada, correspondía terminar con el equívoco monumental. Y ese gobierno es ahora el que tiene la chequera y te dice: Esto se acabó, pero si quieres te doy una más que generosa liquidación, te reconozco, sin mayores averiguaciones engorrosas o bochornosas, que te ganaste este dinero por tu trabajo, no porque "perteneces a" la corporación SME.

Añadió Amezcua ante su exigua audiencia (un centenar de personas frente a más de 40 mil supuestos miembros del gremio), algunas precisiones sobre la "unidad" que hoy demanda SME para subsistir: "No tenemos que cobrar la liquidación. El no cobrar las liquidaciones es un acuerdo de asamblea". Clarísimo: Lo que te puede parecer bueno, desde una odiosa y execrable perspectiva individual (cobrar una jugosa liquidación y "aquí se rompió una taza y cada quien para su casa") no es bueno ni deseable para la corporación a la que ¿perteneces o pertenecías?... Aquí entra el punto flaco, totalmente vulnerable del argumento corporativista en estas circunstancias: La corporación, el gremio, el sindicato ya no me ofrece siquiera el calorcito de antes, ¿por qué debo seguir perteneciéndole?

Tal vez por eso Amezcua no tiene más remedio que introducir un insólito matiz en su arenga, una ruptura fatal en el argumento colectivista (retomo el discurso original del secretario del exterior del SME): "El no cobrar las liquidaciones es un acuerdo de asamblea, finalmente es una responsabilidad particular de cada individuo el cobrarlas o no, y colectivamente la mayor parte de nuestros compañeros esta firme ante la propuesta que se hizo".

Nótese que ya no queda claro cuál fue "la propuesta que se hizo" en la dichosa asamblea (celebrada ¿cuándo?, ¿con qué asistencia?, ¿con qué mecanismos de voto?), ¿fue la propuesta de que "no hay que cobrar las liquidaciones" o fue la propuesta de que cobrar o no es "una responsabilidad particular de cada individuo"?

Debe ser bonito recobrar tu libertad individual cobrando una liquidación de decenas o cientos de miles de pesos, y en algunos casos de mucho más. Por lo general, en esta vida ser libre cuesta. Por lo general, esos colectivos que se encarnan en los gobiernos (los Estados) no te pagan para que seas libre, sino para que dejes de serlo. Curiosas vueltas que da la vida. Este es uno de esos casos excepcionales - al menos en la vida de este país tan afecto al "espíritu de cuerpo" y tan desafecto a los riesgos de la libertad individual-, en los que el Estado propicia y alienta la libertad, ¡te pagan para que te liberes!

Insólito. Y bienvenido, aunque lo más probable es que para el gobierno algo tan importante como la libertad de elección sólo haya sido un efecto colateral - deseado o no - de una correcta decisión de funcionalidad económica.

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viernes, 16 de octubre de 2009

La empresa que le quitaron al señor Esparza

¿De quién era Luz y Fuerza del Centro hasta que fue liquidada por un decreto presidencial?

De un grupo de negociantes, agrupados en un holding que se llama SME, o Sindicato Mexicano de Electricistas.

Dicho holding, o grupo de control accionario, o consorcio de propietarios, es presidido por el señor Martín Esparza, quien la noche de ayer reclamó airado al gobierno expropiador: “Nos tienen que devolver la empresa”.

Cito textual el párrafo de la nota del periódico “Reforma” donde se recogen las exigencias del presidente del holding o controladora SME, el señor Esparza:

Esparza exigió que el Gobierno le regrese la compañía liquidada al sindicato. "Nos tienen que regresar la empresa, nos tienen que regresar nuestro trabajo y sobre todo la dignidad del sindicato electricista", espetó.


Queda claro que, para el señor Esparza, Luz y Fuerza del Centro nunca fue una empresa pública, mucho menos estatal, sino un negocio privado, sin cuenta pública alguna, del holding SME y que lo que hizo el Presidente de la República al decretar la extinción de Luz y Fuerza del Centro fue extinguir un negocio privado; negocio quebrado pero negocio privado al fin y al cabo.

Si así fuese, tienen razón el señor Esparza y sus amigos en estar enojados: Han sido despojados de su propiedad por un gobierno arbitrario que imita al de Hugo Chávez en sus ataques a los negocios privados.

Pero me surgen varias perplejidades: ¿Será que el Presidente Calderón también quiere construir aquí en México “el socialismo del siglo XXI” a golpe de expropiaciones de empresas privadas?, ¿por qué los organismos empresariales de México no se han solidarizado con este negociante en desgracia y con sus socios capitalistas?, y aún más extraño: ¿por qué la “izquierda dura” e intransigente de México defiende a este capitalista y a los otros dueños de la holding SME, en lugar de ponerse del lado de los verdaderos trabajadores, a quienes se hostiliza y critica por querer cobrar su indemnización laboral?

Y esta otra: ¿Será que el holding SME exprimió hasta el último centavo de la filial Luz y Fuerza del Centro y eso es lo que explica que esa empresa haya estado quebrada desde hace años, mientras que los directivos y dueños de SME, el holding, nadaban en la abundancia?

Y esto de nadar en la abundancia no es una metáfora: me lo dijo hace unos días un profesionista que fue contratista en la más reciente construcción del holding SME, su edificio corporativo en la ciudad de México, con lujoso gimnasio incluido. Me dijo: “El (holding) SME es de esos clientes que todo constructor anhela tener: Jamás pusieron restricciones a los gastos para sus lujosas instalaciones, pagaban semanalmente en efectivo millones de pesos y sin engorrosos trámites de recibos o facturas. Una chulada de clientes”.

Anécdotas comprobables aparte (tan indignantes que parecen sarcasmos), la extinción de Luz y Fuerza del Centro ha hecho que este grupo de negociantes –los dueños del holding SME– se quiten la máscara de “trabajadores” y se presenten como lo que siempre han sido: Capitalistas tan salvajes que se apropiaron a la fuerza –como si estuviesen en la conquista de territorios sin dueño– de una compañía eléctrica y que ahora se dicen despojados de su propiedad. Pero, ¿dónde están sus títulos de propiedad?, ¿dónde está el registro público que acredite que Luz y Fuerza era del holding SME porque ese holding pagó tanto más cuanto a los anteriores dueños en tal fecha y ante tal notario público?

El pequeño problema, señor Esparza, es que el holding SME que usted preside nunca fue el dueño legal de Luz y Fuerza del Centro, sino que lo era el Estado mexicano, que cuando menos pagó una indemnización a los anteriores dueños de la "Light and Power" y les compró sus acciones. El holding SME era, sí, como lo hemos podido comprobar millones de usuarios, el dueño de hecho, pero nunca lo fue de derecho.

Dueños espurios, pues.

El pequeño problema, señor Esparza, es que usted es un negociante mentiroso y ladrón que nos quiere ver la cara de idiotas con declaraciones como la siguiente: “El trabajo del (holding) SME en la zona centro genera el 35 por ciento del Producto Interno Bruto”.

¿De veras, señor Esparza, es usted tan bruto como para creer eso?, si usted y su holding SME son tan productivos (¡generan el 35 por ciento del PIB de todo México!, ¡increíble!), busquen entornos más amables para sus negocios y hagan fortuna en otros países, digamos Cuba. Hagan global su productividad. Desparrámenla por todo el mundo. ¿Para qué pelean por una filial “rabona” del holding cuando salta a la vista que esa filial "rabona" no les pertenecía y estaba quebrada desde hace años?

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martes, 13 de octubre de 2009

Los motociclistas que NO usan casco, ¿salvan vidas?

Una externalidad (dícese del efecto externo, no buscado, de una acción u omisión) curiosa y un tanto macabra es la que descubrió un "paper" de la Universidad estatal de Michigan (aquí), llamado: "Donorcycles: Do Motorcycle Helmet Laws Reduce Organ Donations?", que comenta Tyler Cowen en el blog Marginal Revolution.

Resulta, al decir del trabajo de investigación, que "cada muerte de un motociclista que no usaba casco previno o retrasó 0.33 muertes entre individuos que estaban en alguna lista de espera para donación de órganos".

¿Qué hacer?, ¿eliminar las leyes que obligan al uso de casco para conducir una motocicleta para aumentar, así, la tasa de donaciones?, ¿hacer obligatoria para los motociclistas la condición de donadores de órganos?

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Un hallazgo que conmoverá al mundo

"En 16 estados del país, la cobertura de educación superior se ubica por debajo de la media nacional"
Merle Guadarrama / El Economista (primera plana de hoy martes 13 de octubre).

Pregunta la maestra: "A ver, niños, ¿cuántas entidades federativas tiene el país?".
Responden los niños: "32 maestra".
"Y a ver niños, ¿cuál es la mitad de 32?"
Responden los niños: "16"
"Bueno, y ahora lo más difícil: ¿Cuántas entidades federativas de México se ubicarán por debajo de la media nacional en lo que sea: población, PIB, tasa de mortalidad, tasa de alfabetismo, tasa de escolaridad?"
Responden los niños: "16".

¿Qué premio merece esta nota de "El Economista"?
¿El de la olimpiada mundial de la aritmética?
¿El Nobel de Economía?
¿El Pulitzer por su capacidad para desenmascarar tremendas obviedades?

ACTUALIZACIÓN Y CORRECCIÓN: Los niños (la maestra y el autor del blog) se equivocaron, NO necesariamente la mitad de un conjunto estará por debajo de la media en la distribución de frecuencias, (ver, en los comentarios, la pertinente aclaración de Antonio. Gracias).

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lunes, 12 de octubre de 2009

Nobel de economía

domingo, 11 de octubre de 2009

Gran triunfo

México ganó ayer.

Por años, miles de millones de pesos fueron destinados a mantener con vida una de las peores empresas públicas del mundo: Ineficiente, abusiva, nido de extorsionadores. Se acabó Luz y Fuerza del Centro. En buena hora.

Según parece liquidar generosamente a toda la plantilla de la extinguida Luz y Fuerza del Centro costará 16 mil millones de pesos, para hacer "más tersa" la operación el gobierno parece dispuesto a mejorar aún más esa liquidación generosa, siempre y cuando los ex-trabajadores de la empresa extinguida se avengan al procedimiento en el lapso de un mes, en tal eventualidad el costo fiscal de terminar con esa pesadilla será de 20 mil millones de pesos. Ver nota aquí.

Por increíble que parezca sale barato, eso es menos de la mitad del subsidio anual - a fondo perdido -que se ha venido otorgando a la extinguida empresa desde hace años: más de 45 mil millones de pesos.

Unas cifras de César Hernández, investigador del CIDAC, para documentar la legendaria improductividad de Luz y Fuerza del Centro:

Endesa, de España, con 12,666 trabajadores produce 17.36 gigawatts hora por trabajador.
ENEL, de Italia, con 21,300 trabajadores produce 7.50 gigawatts hora por trabajador.
Comisión Federal de Electricidad, con 81,269 trabajadores produce 1.7 gigawatts hora por trabajador.
Luz y Fuerza del Centro, con 41,049 trabajadores produce 0.72 gigawatts hora por trabajador.

CFE, que es una empresa diez veces menos productiva que la española Endesa, luce como una empresa de excelencia comparada con la extinta Luz y Fuerza. De esa magnitud era la sangría fiscal.

En 2007, en estas Ideas al vuelo, hable de tres modelos de producción y distribución de energía en el mundo: el europeo, con libre competencia; el argentino, con empresas privadas que sin embargo son ahorcadas por tarifas oficiales e irreales impuestas por el gobierno, y el peor de todos: el modelo mexicano de monopolio gubernamental, para leer el artículo basta hacer clic AQUÍ.

A principios de 2006 escribí sobre un padecimiento que conoce muy bien cualquier habitante del valle de México: Estar tres horas en penumbra, sin poder trabajar. "añorando el progreso". Puede leerse el comentario EN ESTE OTRO VÍNCULO.

Ese artículo de 2006 ocasionó una atenta carta del encargado de las relaciones públicas de la hoy extinta compañía (carta de disculpa que NO reciben los usuarios normales, sino sólo aquellos que se pueden quejar en un medio de comunicación, dicho sea de paso), que transcribo a continuación:

Ricardo Medina. Como de costumbre leí tu columna “Ideas al Vuelo”, encontrándome, en esta ocasión, con tu molestia por una interrupción de energía eléctrica que se prolongó por dos horas. Sobre el particular me pongo a tus órdenes vía este correo o al teléfono 5140 0459, para poder atenderte en estos casos.
Sin tratar de justificar, te comento que en estas épocas del año las interrupciones del fluído eléctrico son más frecuentes por el incremento en la demanda de energía debido a las ferias, tianguis, vendedores ambulantes y el uso doméstico acostumbrado en las fiestas navideñas. Duplicamos el número de nuestras cuadrillas para atender las quejas por este motivo, pero desafortunadamente hay casos en que el daño obliga a una reparación que lleva más tiempo de lo deseado. Te ofrezco una disculpa y me pongo a tus órdenes.

Miguel Tirado Rasso
Jefe de la Unidad de Relaciones Institucionales y Comunicación Social


A lo cual, respondí de esta forma:

Estimado Lic. Miguel Tirado Rasso:

Le agradezco su atención y tomo nota del teléfono para una futura eventualidad que, esperemos, no se presente.
Entiendo que el problema de fondo no es administrativo, ni mucho menos de la dirección de esa empresa pública, sino estructural. La frustrada reforma energética en nuestro país (que, querramos o no debe permitir la competencia entre distintos oferentes del servicio para que de veras funcione) sería la verdadera solución.

Gracias de nuevo por las atenciones,



Sigo pensando exactamente lo mismo, la verdadera solución se dará cuando se permita la competencia entre diferentes oferentes del servicio. Por eso, que ahora la CFE se haga cargo del suministro en el Valle de México es una buena noticia fiscal (supongo que el erario - nosotros, los contribuyentes- nos ahorraremos varios miles de millones de pesos al año, antes de que les hinquen el diente los partidos políticos de la consigna "ni un peso menos", que son el PRI y el PRD), pero sigue estando muy lejos de ser la verdadera solución para la libertad de elección de los consumidores y para la productividad del país.

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sábado, 10 de octubre de 2009

¿Una nueva celada del PRI?

Espero equivocarme, pero empieza a configurarse en el horizonte inmediato una nueva celada del "nacionalismo revolucionario" - léase el PRI experto en el doblez - cuyo saldo final sería: Un mayor déficit fiscal, con todos los dardos envenenados que eso encierra: inflación, mayores limitaciones objetivas para una recuperación económica, precios mentirosos, desempleo creciente, desaliento a la inversión productiva, tasas de interés presionadas al alza, crédito inaccesible para la sociedad y para las actividades del sector privado e incentivos al gasto público dispendioso.

La celada parece estar tan bien dispuesta que, en lo inmediato, una mayoría de las víctimas del asalto agradecerán a los salteadores de caminos que los hayan salvado de "pagar más impuestos". Curiosa maniobra por la cual los despojados besarán las manos de quienes les han desposeído. Como integrantes del coro, en este remedo de tragedia clásica, tendremos a los "valientes líderes de opinión" - en realidad, tontos útiles- que se congratularán de haber detenido el "odioso" intento del Poder Ejecutivo que no sólo quería cobrarnos más impuestos, sino que había propuesto - contra la opinión de sesudos expertos y hasta de dos o tres premios Nobel que visitaron estos andurriales- un presupuesto restrictivo, limitado, en lugar de "estimulante", "generoso", "audaz". Felicidades.

El verdadero PRI, el de siempre, asomó la cabeza. Bastó con que el PAN propusiese recortar a la mitad el gasto de los partidos políticos y del IFE para que el PRI respondiese indignado: "'¡Demagogia!, ¡populismo!, a ver, ¿por qué no lo propusieron antes cuando tenían más legisladores?". Curiosa y reveladora respuesta porque, entiendo, no era ésa la pregunta (no les preguntamos si les parece admirable y digna de elogio la propuesta del PAN, sino ¿qué harán ustedes?, ¿secundarán la moción y están dispuestos a recortarse por la mitad el propio presupuesto?). Desde luego, la respuesta es un rotundo NO, pero es una respuesta sibilina, encaminada a distraer el juicio ajeno sobre las propias acciones, recurso inmemorial del defraudador contumaz.

Comparsa digno de lástima, excrecencia surgida del tumor original (anomalía bastarda de la anomalía primera), el PRD hace segunda al "argumento" del PRI: "Ni un peso menos para nosotros, pero ni un peso más de impuestos".

La fórmula no deja lugar a dudas. La aritmética es inflexible. Tienes a la mano tres instrumentos únicos para cuadrar las cuentas públicas del próximo año: reducir el gasto, aumentar la recaudación, incrementar la deuda. Puedes hacer distintas combinaciones. La propuesta del Poder Ejecutivo Federal fue, contraria a la lógica de quien quiere a cualquier costo ganar las elecciones de mañana, una combinación de reducción del gasto (significativa) con incrementos de impuestos (significativos también) y un poco, no más de lo indispensable, no más de lo que dicta la prudencia juiciosa, de deuda pública. No es, ¿quién lo duda?, una propuesta para ganar un concurso de popularidad, pero es una propuesta responsable.

Ahora, con la complacencia idiota (ése es el adjetivo justo) de los negociantes de siempre y sus voceros "dóciles" y prestos a doblar la cerviz ante la voz del amo, el PRI empieza a dibujar, y a vender, su famoso "plan B": Recorte al gasto solamente en los "bueyes de mi compadre" - en lo que a mí corresponde, "ni un peso menos"-, algún incremento de impuestos carente de eficiencia recaudatoria para cubrir las apariencias (y hacer más abstruso lo que de suyo es complejo, el sistema tributario en México) y deuda, más deuda, que justificaremos con la coartada de que la terrible recesión aconseja (bendito Keynes y benditos keynesianos de última función) una estrategia que vaya contra la corriente de la recesión, un gasto "estimulante" como café expreso doble "bien cargado", un gasto generoso con los hijos de la sacrosanta Revolución en pleno "centenario" de la "gesta gloriosa". ¿Que la ley, esa estorbosa y pacata ley de presupuesto y responsabilidad hacendaria, no lo permite? No se confundan, compañeros. "No se hagan bolas", interpretemos la ley en sentido amplio y sin prejuicios, no seamos mezquinos. Y si es preciso cambiemos la ley: No estamos proponiendo - dirán-, ni que fuésemos irresponsables, por favor, un déficit fiscal descontrolado; por el contrario, nuestra propuesta se ajusta al "equilibrio fiscal", pero es moderna: "Equilibrio fiscal a lo largo del ciclo", ya vendrán tiempos de abundancia, de vacas gordas y entonces, créanos, ahorraremos, gastaremos menos de lo que nos ingrese y tendremos superávit fiscales. ¿Que cuánto durará el ciclo? Nadie lo sabe, tal vez medio siglo, tal vez más. Pero, ya lo dijo Lord Keynes, "para entonces estaremos muertos".

De veras deseo equivocarme. Nada más amargo que el dudoso gusto de decir "se los dije" a las víctimas de un asalto anunciado, que, desoyendo las advertencias, corrieron presurosas al encuentro de sus victimarios.

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jueves, 8 de octubre de 2009

El flanco débil de los políticos y ¿qué hacer con él?

Cuando hasta los personajes políticos que uno hubiese pensado que han llegado a ser "desvergonzados irredentos" empiezan a tomarse la molestia de pedir o exigir espacios en los medios de comunicación para adecentar una "reputación pública", la de ellos por supuesto, que parecía inexistente, hay que tomar nota.

Ahí, me parece, hay una veta que, si se usa con inteligencia, podría servir (servirnos) a los ciudadanos para influir sobre los políticos y específicamente sobre los políticos que más nos pueden fastidiar la vida, que son los legisladores. (El otro gran grupo que nos puede fastidiar la vida, y que con frecuencia lo hace, son los burócratas de ventanilla; la mayoría no son políticos, y muchos ni siquiera trabajan en los gobiernos, pero saben, con una sabiduría ancestral y perversa, que tienen su pequeña parcela de poder y la ejercen con un placer sádico: "falta el original de su acta de defunción, vuelva cuando la tenga con tres copias certificadas por un notario" o "fíjese que sólo acepto efectivo, y con el importe exacto, porque esta es una tienda del ISSSTE y la terminal para tarjetas de crédito o débito no sirve"; pero con ésos no hay más remedio que someterse a una dieta rigurosa de ajo y agua).

En días recientes dos acontecimientos - registrados en sendos periódicos nacionales- me dejaron estupefacto: 1. Nada menos que el señor Gerardo Fernández Noroña parece haber movido los cielos, los mares y las tierras, hasta obtener un espacio en el periódico "Milenio" para defender su "buen nombre" (¡en serio!) frente a las críticas desaprensivas y las mofas de que, escribió, lo hizo objeto Ciro Gómez Leyva.

2. El señor Porfirio Muñoz Ledo - que cuando yo era un crío él era ya una "joven promesa" de la política mexicana dominada por el PRI y que hoy, cuando ya soy un cincuentón, sigue siendo una "vieja promesa" que encontró acomodo en el Partido del Trabajo y en la cámara de diputados- envió una furibunda (y un tanto patética) carta al periódico "Reforma" en forma de réplica, para arrojarle fallidos insultos irónicos al comentarista Jaime Sánchez Susarrey que osó criticarle en alguna de sus colaboraciones sabatinas en ese diario.

Ante ambos sucesos pensé: ¿Cómo es posible?, ¿así que los presuntos sin-vergüenza experimentan un poquito de vergüenza cuando se ven exhibidos públicamente?, ¡qué interesante!. Si hasta ejemplares de esta naturaleza resienten las críticas públicas y más o menos fundadas, y reaccionan como pudibundas solteronas ofendidas por el requiebro picaresco de un albañil, podríamos haber encontrado el talón de Aquiles de la clase política.

Y eso, por no hablar de la avidez y el morbo con los que algunos políticos y funcionarios públicos devoran cada mañana, a primera hora, las dichosas síntesis de prensa buscando cualquier mención desfavorable con la que algún desaprensivo haya podido empañar el esplendor de su fama pública.

¿Será que en esto de conservar la reputación más o menos impoluta hasta los políticos que uno hubiese pensado más desvergonzados se comportan más quisquillosos que las mujeres de mala fama pública? Creo que fue George Bernard Shaw quien relató en su época la anécdota de aquella ingeniosa mujer a la que solicitaron que abandonara una respetable pero rumbosa celebración diciéndole, con toda propiedad, que la imperiosa invitación a que se separase del festejo obedecía a su "dudosa reputación", a lo cual la mujer respondió con impecable lógica: "Disculpe, señor, pero de reputación dudosa son todas las señoras que aquí veo, mi reputación, en cambio, es tan notoria que no admite la menor duda".

¿Será que esos dos personajes que hoy engalanan la flamante Cámara de Diputados creen, candorosamente, que aún hay dudas acerca de su reputación?

En todo caso, estamos ante un flanco débil de los políticos. Podría aprovecharse. ¿Alguna propuesta práctica y viable para hacerlo?

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miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Puedo influir sobre el Congreso?

A bote pronto, la respuesta es un rotundo NO.

Además de la experiencia empírica, tenemos sólidos argumentos analíticos, de la ciencia política moderna, para descartar la viabilidad y la conveniencia de tratar de influir individualmente sobre las decisiones del Congreso.

Tales argumentos nos los proporciona la moderna ciencia política o la moderna política económica, una materia en la que la mayoría de los economistas manifiestan un desconocimiento lamentable -que con frecuencia tiene mucho de arrogante desdén hacia los estudiosos de la ciencia política, como si fuesen una especie de economistas disminuidos, más dados a construir sus argumentos con "rollo" que con ecuaciones o gráficas-. Los argumentos pueden resumirse en lo siguiente:

1. Las relaciones costo-beneficio de tratar de influir sobre las decisiones de los legisladores, para un ciudadano considerado individualmente, son claramente desventajosas: los costos de informarse, acudir al supuesto "representante", convencerlo y hacer que convenza a sus pares, son mucho más elevados, de forma abrumadora, que los beneficios a obtener, amén de la bajísima probabilidad de tener éxito.

2. Los grupos pequeños agrupados en torno a un objetivo o incentivo común, generalmente asociado con la obtención de rentas monetarias, tienden a organizarse con mucha mayor eficiencia y eficacia que los grandes grupos dispersos, como serían los consumidores. Ejemplo: Un par de empresas productoras de refrescos azucarados, que dominen el mercado, tienen todos los incentivos dispuestos y todos los medios para cabildear en el Congreso en contra de un impuesto que pretenda gravar las bebidas azucaradas y carbonatadas aduciendo razones de salud pública, que cientos de miles de diabéticos (o familiares de diabéticos o de ciudadanos preocupados por el incremento alarmante de la obesidad en el país) desorganizados, dispersos, con obligaciones laborales demandantes e ineludibles, mal informados y que difícilmente podrán traspasar las puertas de la Cámara de Diputados y que seguramente no serán recibidos en las oficinas de los legisladores. Además, y esto tiene que ver con el punto número uno, el beneficio a obtener por el impuesto, para los "preocupados" por la salud pública, resulta marginal respecto de los costos, en tanto que el beneficio a obtener para el pequeño grupo organizado - los productores de refrescos- es significativamente mayor que los costos de presionar, cabildear, negociar ante los legisladores: supongamos que la demanda de refrescos responde significativamente al precio - es más o menos elástica - y que un impuesto de 10% o 15% sobre el precio de venta podría desplomar las ventas en 5%, ¡es obvio que las rentas a perder por ese gravamen justifican, desde el punto de vista de un análisis costo-beneficio, las "inversiones" destinadas a "matar" el proyecto de impuesto!

Hay tres libros seminales, clave, que revolucionaron la ciencia política. Los tres, curiosamente, fueron escritos por economistas, pero tales libros - y toda la secuela de investigaciones y hallazgos que han generado- son mucho mejor conocidos por los estudiosos modernos de la ciencia política que por los economistas. Me refiero a:

1. "An Economic Theory of Democracy" de Anthony Downs, publicado en 1957.
2. "The Calculus of Consent" de James M. Buchanan y Gordon Tullock, publicado en 1962, y
3. "The Logic of Collective Action" de Mancur Olson, publicado en 1965.

(Cuando menos de los dos últimos hay traducciones al español, más o menos difíciles de conseguir).

A mi juicio, de los tres libros el que mejor se adapta al asunto que estoy tratando en este comentario es el de Olson. El análisis de Downs atiende más al mercado de las decisiones políticas desde el punto de vista electoral y de los partidos políticos, en tanto que el estupendo libro de Buchanan y Tullock se refiere más a los procesos de negociación en sí y a los incentivos asociados a los mismos (en el mercado de los bienes públicos) y en la línea de la escuela de la "elección pública". Para un repaso de las aportaciones de Olson a la economía política recomiendo el ensayo; "Mancur Olson (1932-1998), Sus principales contribuciones" de Adrián C. Guissarri (Julio de 2004) que puede obtenerse en versión PDF haciendo clic aquí.

Para el caso de México, hay elementos adicionales que agravan esta "impotencia" de los electores, considerados individualmente, para tratar de "influir" sobre los legisladores.

1. México tiene un sistema mixto de representación en el Congreso: De 500 diputados federales, 200 son de "representación proporcional" o "plurinominales". Es decir, llegaron a su encargo NO por el voto directo de los electores en sus distritos, sino por el voto más que indirecto de las "listas" que, por circunscripción electoral (son cinco en el país), presenta cada partido al reverso de las boletas electorales; lo mismo sucede con 64 de los 128 senadores. Para ilustrarlo, me permito poner un ejemplo: Uno de los diputados del PAN más influyentes en las discusiones acerca del programa económico para 2010, a la vista de sus frecuentes apariciones en medios de comunicación hablando a nombre de los diputados de su partido, es Luis Enrique Mercado (mi ex-jefe en "El Economista" de quien diversos avatares me han distanciado). Es un diputado competente, destacado periodista especializado en economía y claramente comprometido con un proyecto liberal de país. Habría votado por él si yo hubiese sido elector en el tercer distrito electoral de Zacatecas, donde LEM fue candidato uninominal o por mayoría; pero yo no vivo ahí. LEM, en la elección del 6 de julio, quedó en cuarto lugar detrás del PRD, el PT y el PRI, sin embargo también estaba anotado en la lista de la circunscripción como candidato de representación proporcional en el sitio número 11 de la lista del PAN para esa circunscripción electoral; la compleja aritmética de la representación proporcional (que debe hacer salivar de envidia a quienes formulan las tablas del ISR) permitió, entonces, que llegase al Congreso. Lo que me queda claro, en este ejemplo, es que LEM no le debe nada a los electores del tercer distrito de Zacatecas, pero sí le debe mucho a los dirigentes del partido (PAN) que lo incluyeron en las listas de representación proporcional aún sin que LEM, hasta donde puedo saber, sea miembro activo de ese partido. Ojo, en lo personal, me parece muy bueno que personas competentes como LEM lleguen a la Cámara de Diputados, pero es claro que NO existe esa idealizada y mítica relación entre los electores del distrito y el diputado en cuestión. Añádese que, con cierta lógica en la que no está ausente la desconfianza de los políticos respecto del buen juicio de los electores, todos los partidos, sin excepción, privilegian a sus diputados de representación proporcional por encima de los diputados de mayoría.

2. En México no hay reelección inmediata de los legisladores, lo que impide que sus electores premien o castiguen su desempeño. Una vez obtenido el escaño en el Congreso el diputado pasa a ser un soldado más de su partido (en el caso de que su partido sea el del Presidente de la República se entiende que pasa a ser un soldado del Ejecutivo Federal) o, en casos que deberían alarmarnos aún más, pasa a ser el diputado o el senador que representa los intereses de tal sector de actividad económica (digamos, de las televisoras o de los cañeros o de los transportistas), no los intereses de sus presuntos representados (diputados) o de su entidad federativa (en el caso de los senadores). En la actual Cámara de Diputados se admite, sin embozo, que una mayoría de los diputados tienen "dueño", refiriéndose a los respectivos gobernadores de sus estados (u otras combinaciones, en el caso de gobernadores muy influyentes, como el del estado de México) que impulsaron sin reticencias sus carreras políticas.

Ante este panorama, todo parece indicar que la respuesta a la pregunta que titula este comentario ("¿Puedo influir sobre el Congreso?") es no sólo un rotundo sino un decepcionante NO. Sin embargo...

Sin embargo, hay un punto débil, un flanco que hace vulnerables a los legisladores frente a las demandas, reclamos y deseos de los ciudadanos individuales.

Ya me he extendido demasiado por hoy, y prometo analizar ese prometedor flanco débil mañana (además, así puedo generar algo de expectación y suspenso en los amables lectores de estas "Ideas al vuelo". Hasta mañana).

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martes, 6 de octubre de 2009

"Liberales" de contentillo

“I still believe in liberalism today as much as I ever did, but, oh, there was a happy time when I believed in liberals”. G. K. Chesterton.


A ver: Suena lógico y hasta encomiable que los “liberales mexicanos” (universo difuso y confuso, pero evidentemente no profuso) estén en contra de los aumentos de impuestos.

Pero sería deseable que muchos de esos “liberales” (así les llamo porque así se han bautizado a sí mismos) le dieran un poco más de sustento y coherencia a sus alegatos.

Veamos. En principio, los impuestos son un mal necesario. La denominación “mal necesario” indica que sí, deben existir los impuestos, pero mientras menos, mejor. ¿Por qué? Primero, porque los impuestos distorsionan el funcionamiento del mercado libre. Segundo, porque los impuestos se destinan a sufragar el gasto del gobierno y es claro que, frente a frente, el gasto que se hace del dinero ajeno tiende a ser menos eficiente que el gasto que hacemos de nuestro propio dinero. Nadie gasta el dinero ajeno (los impuestos) con el mismo cuidado que una persona gasta su propio dinero. De ahí, la tendencia inevitable del gasto público a la ineficiencia, a la asignación errónea o defectuosa de los recursos (que, por definición, son escasos), aun en la eventualidad de que quien ejerza el gasto público sea sumamente escrupuloso y esté sometido a un agudo y puntual escrutinio por parte de los ciudadanos. Tercero, porque resulta claro que los impuestos restan inevitablemente recursos a la sociedad.

Hay muchas otras razones, derivadas de las anteriores, para desear que los impuestos sean pocos, de tasas bajas y únicas, parejos o iguales para todos. Proporcionales, que no progresivos. (No es lo mismo, como nos enseña no sólo la semántica, sino las matemáticas).

Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero ahora resulta que algunos “liberales” (que se denominan a sí mismos como tales) llevan su aversión a los impuestos hasta el extremo de ver con buenos ojos, o con indiferencia, cosas mil veces peores que los impuestos, como son el déficit fiscal y la consecuente inflación.

Como una especie de coartada, algunos de estos “liberales” afirman que la solución es disminuir más el gasto público (siempre y cuando no sea el gasto público que los salpica a ellos o a sus patrocinadores). ¡Correcto!, ¡que se disminuya más el gasto público!, pero a todos los niveles y en todos los ámbitos de gobierno. Sin embargo, la mayoría de estos “liberales”, acérrimos enemigos de los impuestos, desdeña lo que ya ha hecho (insuficiente, sin duda) en esa línea al gobierno federal y, más grave aún, parecen formular su consigna en abstracto, como si no existiese un marco institucional – un arreglo, bueno o malo – que funciona en el mundo real y que pone límites, restricciones, obstáculos insalvables a los buenos deseos. Parecen ignorar que es la Cámara de Diputados la que aprueba el Presupuesto de Egresos y que sus encendidas diatribas contra el dispendio deberían dirigirse también a los flamantes diputados para rogarles, por ejemplo, que ya no le den recursos a las entidades federativas, si esos recursos se gastarán para financiar la versión cinematográfica de alguna de las recientes obras de Gabriel García Márquez (mediocre, sobre las "putas tristes"), como planeaba hacer el gobierno de Puebla. Parece que ya no lo hará, porque algunas activistas, por razones que nada tienen que ver con la ortodoxia fiscal, han protestado. ¿Dónde estaban los "liberales"?

La política fiscal no se desenvuelve en el vacío, sino en un marco institucional (bueno, malo, regular o peor) que está plasmado en la Constitución y en multitud de leyes. El Presidente no puede decretar de un plumazo que decenas de miles de pensionados dejen de recibir sus pensiones para poder disminuir el gasto corriente. No puede tampoco invalidar, de forma retroactiva, las condiciones generales de trabajo que han regido por décadas digamos en la Comisión Federal de Electricidad o en la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y que establecen que todo jubilado de esas empresas públicas reciba cada mes hasta su fallecimiento una pensión equivalente a su último salario. Ese es un marco institucional, si quieren cambiarlo (y deberían quererlo, ¡ya!), pugnen en donde deben pugnar: ante los legisladores federales y critiquen a quien deben criticar. Y sepan, por cierto, que no hay forma - sin destruir el estado de derecho - de modificar ese arreglo de forma retroactiva.

El colmo es cuando leemos que algunos de estos “liberales” (verbigracia, el director general de Instituto Mexicano de la Competitividad, IMCO) proponen que el gobierno “estimule” fiscalmente la economía, de acuerdo con la rediviva moda mundial del keynesianismo silvestre, lo que – si nos atenemos a la lógica – no sólo implica proponer un mayor déficit fiscal, sino postular que es el gobierno, y sólo el gobierno, el que mueve a la economía. Curiosos “liberales”, por decir lo menos.

El día de mañana veremos cómo alguno de estos “liberales” (hemos de llamarles así porque de tal forma se bautizan a sí mismos, no por otra razón) critica al gobierno por proponer la desaparición de la Secretaría de Turismo y aplaude a los valientes legisladores priístas que logren impedir esa racionalización (mínima, si se quiere, pero racionalización deseable) del tamaño y la presencia del gobierno en la actividad económica. Habrá de suponer ese hipotético "liberal" que los turistas extranjeros vienen a México atraídos por la arrolladora personalidad del Secretario de Turismo y no por otros atractivos que, ingenuo, yo conjeturaba que explotaban con inteligencia los verdaderos empresarios turísticos.

Excelente que se opongan a los impuestos. Felicidades, pero no recuerdo haber escuchado a muchos de estos “liberales” lamentar que el gobierno derrochase los recursos escasos para subsidiar el precio de la gasolina o del diesel. En ese asunto, sólo recuerdo las advertencias de Sergio Sarmiento, Arturo Damm y Juan Pablo Roiz. ¿Dónde estaban los otros "liberales"?

Pareciera que son “liberales” con, al menos, un par de carencias intelectuales importantes: 1. Desdeñan u olvidan el marco institucional en el que se desenvuelve, para bien o para mal, una democracia como la mexicana y 2. Ignoran, al igual que tantos socialistas, que no se puede tener todo a la vez: un mundo sin impuestos, con abundante gasto público y sin deuda pública. Padecen, al igual que multitud de políticos mexicanos, del síndrome Cantarell: El petróleo que nos dio la Providencia será la solución a todo.

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lunes, 5 de octubre de 2009

"El síndrome Consuelito Velázquez" y la corteza cerebral

"Ansiedad, angustia y desesperación".

Alrededor de 15 a 20 por ciento de los seres humanos nacen (nacimos) con predisposición a la ansiedad.

Ejemplos:

Mañana tienes que presentar al Consejo de Administración, como director general de la empresa, un ambicioso plan de negocios a cinco años, que implica una secuencia de cambios radicales, uno de los cuales es capitalizar la firma, mediante una oferta pública de forma que el 60 por ciento de las acciones (de una empresa que ha sido familiar durante 60 años) se cotizarán en el mercado de valores. Dominas la situación, conoces el plan minuciosamente y estás convencido que le puedes dar respuesta satisfactoria a todas las inquietudes, objeciones y dudas de los accionistas. Más aún, conoces muy bien a tus interlocutores, puedes prever cómo reaccionará cada cual de los miembros del Consejo. Sin embargo, no puedes conciliar el sueño en toda la noche...

F. es una niña inteligente, bonita y simpática, saludable aunque un poco tímida (reconocen sus padres), que mañana tiene su primer día de clases en una nueva escuela. Hoy en la tarde, después de comer, empezó a sentir un fuerte dolor abdominal; tiene mareos, náusea, dolor de cabeza y vómito. No llegará a la escuela, amanecerá en la sala de urgencias de un hospital aquejada de un cuadro clínico que podría ser lo mismo apendicitis, que hepatitis infecciosa, cólico nefrítico o señal de cálculos en las vías biliares. Finalmente, se le diagnostica "estrés" y le recetan un ansiolítico.

M. es una exitosa estudiante de doctorado en matemáticas, Está aparentemente despreocupada tomando un café con algunos compañeros a dos cuadras de su departamento. Cuando están a punto de pagar la cuenta M. y sus amigos ven pasar a toda velocidad, y con la sirena abierta, un carro de bomberos. Al salir de la cafetería, y antes de subir al auto para regresar a la universidad, M. les pregunta a sus amigos si no les importa desviarse un poco para que M. pueda pasar a su departamento y verificar que todo esté bien: "A lo mejor se van a burlar de mí- les confiesa a sus amigos-., pero me quedaría más tranquila sabiendo que no es mi departamento el que se está incendiando".

R. está hecho un manojo de nervios. Hace un mes optó por caminar todos los días tres kilómetros para ir a su trabajo, con tal de no tomar el "Metro", donde invariablemente se sentía sofocado, con dolor en el pecho, dificultad para respirar, sudor frío y palpitaciones. Más tarde, optó por subir hasta el séptimo piso, donde está su oficina, por las escaleras en lugar de tomar el ascensor. Es una persona sumamente inteligente pero con cierta dificultad para relacionarse con los demás ("muy tímido"); a pesar de su presunto racionalismo y frialdad no logra erradicar de su mente la percepción de que se quedará atrapado en el elevador y sufrirá un ataque cardíaco a causa de la angustia, mientras espera ser rescatado. Hace unos días pretextó estar enfermo para no ir, en avión, a una convención en Chihuahua; lo malo es que la asistencia a dicha convención era crucial para que lograse un ascenso. Ha empezado a inventar excusas, cada vez más inverosímiles, para no asistir a las juntas semanales que preside el director general, piensa que sufrirá un ataque de pánico en plena junta y quedará en ridículo enfrente de todos.
Finalmente, le confía todos sus vagos pero cada vez más angustiosos temores a un amigo quien le recomienda visitar a un psiquiatra. Le diagnostican "ansiedad y pánico fóbico". Además de tratamiento farmacológico (con un ansiolítico fuerte y un medicamento especialmente efectivo para inhibir ataques de pánico asociados con fobias), R. pasa cuatro años en terapia psicoanalítica heterodoxa combinada con métodos de intención paradójica (Viktor Frankl), consistente en "exorcizar" sus temores, proponiéndose experimentar los eventos que más teme, como quedarse atrapado en el elevador. Hace 20 años superó todos esos temores, pero sigue sintiendo un inquietante cosquilleo en la columna vertebral cada vez que se sube a un avión o a un elevador.

Cada uno de los casos anteriores podría deberse a una característica de la corteza cerebral, un poco o un mucho más delgada que la del restante 80 por ciento de la población. Más causas orgánicas que culturales. Quien hizo los experimentos científicos y rigurosos, pioneros en este campo de investigación con cientos de bebés, a los que sometió a estímulos novedosos (ruidos, olores, imágenes desconocidas) para medir su reacción a tales estímulos, al principio descartó la hipótesis - que parecía saltar a la vista- de una cierta predisposición desde el nacimiento a la ansiedad, por prejuicios ideológicos: Una persona de "izquierda" y progresista, a su entender, no podía darle tanto peso a los factores genéticos; la idea en boga en los años 50 y 60 era que somos, al nacer, un pizarrón en blanco. El origen de la ansiedad, de la angustia y, eventualmente, de la desesperación, tenía que ser "cultural" no "natural" ("nurture, not nature"). Pero la evidencia lo venció y lo convenció. Hablamos de predisposición, no de fatalidad. Porque hay tres asuntos diferentes que confluyen en el síndrome "Consuelito Velázquez" (perdón por la denominación tan poco seria), que son: el sustrato cerebral (orgánico) de la predisposición a la ansiedad, la manera en la que el individuo describe lo que siente y la forma en la que el individuo se comporta (conducta) respecto de su propia predisposición a la ansiedad.

El pionero de estas investigaciones, quien primero fue escéptico respecto de la hipótesis "predisposición orgánica a la ansiedad", es el doctor Jerome Kagan, quien hizo el seguimiento de cientos de bebés durante más de dos décadas, en Harvard. Un recorrido fascinante por la historia de estos descubrimientos, que después han perfeccionado y continuado sus alumnos en otras universidades, puede leerse en la revista semanal del The New York Times haciendo clic aquí (tal vez les pidan registrarse para tener acceso al magnífico reportaje de Robin Marantz Henig "Understanding the Anxious Mind", pero el registro es gratis y de veras vale la pena para leer esta buena historia de cómo se hace la ciencia).

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domingo, 4 de octubre de 2009

Combate a la pobreza: ¿Y si probamos el liberalismo?

El fracaso no es de un gobierno, es de un sistema negado a revisarse y a reinventarse. Desde siempre se combate a la pobreza con la misma receta: el gasto público con fuertes dosis asistencialistas. Se le ataca por sus efectos, no por sus causas. Fijaciones históricas impiden ver en el capitalismo y en la inversión privada la fórmula más eficaz para generar bienestar, oportunidades y desarrollo integral. El modelo liberal requiere de regulación para que el desarrollo se vuelva sustentable y para que el mercado sea realmente un espacio para la libertad de productores y consumidores.


La cita es del artículo de Federico Berrueto, publicado hoy en "Milenio". El articulo es inteligente, provocador, poco convencional y abiertamente liberal. Hay que leerlo.

Aunque no lo dice de forma explícita, Federico deja entender que "Oportunidades" (antes, "Progresa" en tiempos de Zedillo), forma parte de la misma receta de "gasto público con fuertes dosis asistencialistas". No es así. Lo que ha hecho diferente a ese programa, desde su origen, es que sí busca, con un enfoque centrado en las personas no en los colectivos, la superación de la pobreza, no sólo mitigarla.

Lo que logra "Oportunidades", con subsidios enfocados - no generales- y condicionados es que los beneficiarios - que son básicamente, los hijos de las familias pobres considerados individualmente- inviertan en sí mismos mediante salud y educación.

La familia recibe dinero directamente no tanto para resolver su falta de ingresos actual, sino para que los hijos no reproduzcan, en el futuro, el patrón de pobreza. Ejemplo: El programa tiene un sesgo intencional a favor de las niñas que cursan secundaria sobre los niños en el mismo nivel escolar (se recibe un poco más si se trata de una niña que de un niño), porque es sumamente importante que las mujeres NO abandonen sus estudios a esa edad, no formen familias prematuras condenadas a la miseria (porque las madres-niñas difícilmente pueden, a su vez, darle a sus hijos la oportunidad de superar la pobreza, difícilmente pueden liberarse de la sujeción a un "macho", difícilmente tendrán la capacidad de sacar adelante a una familia por sí solas)...El dinero es para que los hijos e hijas estén más años en la escuela, asistan regularmente a los centros de salud y tengan una alimentación básica más sana, o menos nociva para su salud y su desarrollo que la que tendrían de no contar la familia con esos recursos. El trabajo precoz de niños y niñas - para "completar" los ingresos familiares- es el gran enemigo a vencer, porque el trabajo precoz casi infaliblemente condena a la pobreza...

Con todas sus virtudes, comprobadas por investigaciones serias, independientes y tanto nacionales como internacionales, el programa "Oportunidades" NO es, y en esto tiene toda la razón Federico Berrueto, "la" solución a la pobreza. Es una suerte de "second best" (segunda mejor solución), porque la verdadera solución es el liberalismo en serio: capitalismo con libertad de mercados, respeto a los derechos de propiedad, garantía al cumplimiento de los contratos, estado de derecho, regulación que garantice la competencia plena en un terreno nivelado para todos.

La tragedia es que a la hora de la verdad, sólo hay un puñado de liberales en este país. Unos poquitos en los gobiernos (sometidos cotidianamente al escarnio de ciertos medios por ser "neoliberales" y "tecnócratas" desalmados, cuando no presuntos aliados del más odioso imperialismo capitalista y etiquetas por el estilo) que batallan para que sus ideas sean atendidas tanto adentro como fuera del gobierno. Y aún menos liberales entre los negociantes mexicanos (a los que eufemísticamente se llama "empresarios") siempre prestos para pedir "apoyos" del gobierno, para exigir territorios de caza exclusivos (proteccionismo comercial), créditos subsidiados, tratamientos fiscales de privilegio y rentas garantizadas...

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jueves, 1 de octubre de 2009

"Ni como abono para maguey"

Al licenciado Miguel Ángel Granados Chapa le quedó el saco. Se lo probó, se vió inquisitivo en los espejos, de frente, de perfil, de espaldas, y dijo: "Ése soy yo". Volteó con el solícito vendedor de atuendos a la medida y le dijo: "Me lo llevo..., pero puesto".

Sólo así me explico que hoy en su columna Granados Chapa se duela de que alguien - a quien no se atreve a mencionar - haya dicho que los críticos "a priori" de las designaciones que hizo el Presidente Felipe Calderón como candidatas a comisionadas del IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información) de dos mujeres, Sigrid Arazt Colunga y María Elena Pérez-Jaén, no sirven "ni como abono para maguey". (Ojo: Los críticos son quienes NO sirven ni para abonar los magueyes; no las mujeres designadas). Acto seguido el licenciado Granados Chapa se despacha una farragosa y extensa columna - "el estilo es el hombre" - para descaliifcar "a priori" dichas designaciones - que aún ha de aprobar o descartar el Senado de la República-, con lo que no sólo le agradó el saco y se lo puso, sino que salió muy orondo a "su" plaza pública a lucirlo.

Van los antecedentes.

El domingo pasado, 27 de septiembre, el caricaturista Paco Calderón hizo la apología de ambas mujeres, a quienes conoce, y remató su gustado cartón dominical con la siguiente frase:

"Yo a las dos las conozco muy bien...pero creo conocer mejor a quienes las descalifican: Ninguno sirve ni como abono para maguey".

Vale la pena ver el cartón completo en el sitio de la red de Paco, pinchando aquí.

Y hoy, jueves primero de octubre, Granados Chapa, cuyo estilo periodístico definió con agudeza y sin compasión mi amigo Otto Granados Roldán como el propio de un "notario de pueblo", se pone el saco y escribe:

Tras el nombramiento de Wanda Sigrid Arzt Colunga y María Elena Pérez-Jaén Zermeño como comisionadas del IFAI se ha descalificado, a priori, a quienes las descalifican: "Ninguno sirve ni como abono para maguey". Supongo que entro en esa triste categoría al objetar a esas funcionarias.
(Para leer el texto original de este inopinado académico de la lengua, en deslustrada versión mexicana, se puede hacer clic aquí).

Si tanto le afectó a Granados Chapa el calificativo - quien tal vez, con ilusión, se vió dibujado por el caricaturista, cuando en realidad él es notoriamente más viejo que los monigotes que dibujó Paco - y se apresuró a ponerse el saco (endilgarse el epíteto a sí mismo), lo menos que debería hacer es dar crédito al perverso que les arrojó a los críticos "a priori" una analogía tan bucólica como denigratoria: "Ninguno sirve ni como abono para maguey". Pero no, Granados Chapa cita y entrecomilla las palabras exactas, pero omite la referencia. ¿Mezquindad?, ¿amnesia selectiva?, ¿temor? Quién sabe.

Por mi parte, he de decir que no tengo ni la más remota noción de qué sustancias orgánicas son aptas para abonar los magueyes y, por lo tanto, estoy incapacitado para opinar cuán denigrante pueda ser el hecho de ni siquiera calificar para esa humilde función.

También he de decir que no conozco a ninguna de las dos mujeres designadas por el Presidente (y aún pendientes del trámite en el cual serán aprobadas o descartadas por los senadores), por lo que, a diferencia de Paco, no puedo avalarlas, y, a diferencia de Granados Chapa, sería temerario que las descalificase a partir de unos cuantos datos "rabones" de sus respectivos desempeños laborales y académicos.

Lo único que me queda es la confianza en el buen juicio de Paco, quien dice conocerlas bien. Yo conozco bien a Paco y jamás he tenido motivo para dudar de su agudeza perceptiva y de su honestidad intelectual. También conozco a Granados Chapa y, siguiendo el consejo de mi abuela ("si no tienes nada agradable que decir, mejor guarda silencio"), prefiro omitir los calificativos que se ha ganado, a pulso, en mi fuero interno.

Todo esto, lo advierto, es un mero juicio privado y subjetivo - el mío- acerca de otro juicio privado y subjetivo - el de Paco - y mi confianza en lo acertado de ambas designaciones presidenciales lo sustento de forma vicaria: "Confio en quien dice confiar en ellas porque dice conocerlas bien". Esto, desde luego, carece de fuerza demostrativa ante la opinión pública, es una persuasión estrictamente privada, entre amigos. Pero en este caso me basta.

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"Los estímulos no funcionan": Barro y Redlick en el WSJ

Los datos empíricos (verificables) no avalan la existencia de algún multiplicador del gasto público (estímulo fiscal) superior a uno; lo que es tanto como decir que NO hay multiplicador del gasto dado que multiplicar por uno es NO multiplicar y multiplicar por una fracción de uno es disminuir.

¿Habrá algún valiente keynesiano local que pueda ofrecer una contraprueba científica a lo que han demostrado Robert J. Barro y Charles J. Redlick y que resumen en este artículo de opinión en el WSJ?

No.

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