GM y el milagro que desea Obama
El problema es que desde noviembre pasado ése era el camino a seguir y los políticos - en la Casa Blanca y en el Congreso - se empeñaron en evitarlo. Lo mismo que los directivos de GM a quienes ahora se acusa de haber cuidado más su puesto que la compañía.
Lo cual es cierto: Rick Wagoner – el despedido CEO de GM – vio por su puesto antes que por el bien de GM. Lo mismo que Barack Obama, el Congreso y la inmensa mayoría de los políticos han visto en este asunto por sus intereses, no por los de esa empresa o, más importante, por el bien de los contribuyentes. Exactamente igual que lo ha hecho el poderoso sindicato de la industria automotriz. Así es la naturaleza humana.
Evitar la quiebra le convenía a Wagoner, al sindicato y a Obama y al Congreso. A nadie más. Postergar lo inevitable ha empeorado la situación de la empresa, les ha costado mucho dinero a los contribuyentes y ha ocasionado descalabros innecesarios en los mercados de valores, como el sufrido el lunes pasado.
El martes 18 de noviembre de 2008 Martin Feldstein publicó un contundente artículo en The Washington Post argumentando porqué las tres grandes armadoras de automóviles estadounidenses (Ford, sorprendentemente, ya quedó fuera del paquete porque NO requiere de rescates públicos) tenían que irse a la quiebra, en lugar de mendigar dinero de los contribuyentes:
“Los tres grandes fabricantes de autos de Estados Unidos necesitan más que una inyección de 25 mil millones de dólares del gobierno federal. Porque dadas sus pérdidas actuales en menos de un año quemarán ese dinero y volverán por más".
Por lo pronto, GM volvió por más y Obama le dijo que no...por ahora. Que sí habrá dinero público, si dejan que los burócratas de la Casa Blanca evalúen el plan de negocios.
Si desde entonces GM se hubiese acogido al equivalente a lo que en México es un concurso mercantil (el famoso "chapter eleven")habría seguido produciendo automóviles, habría seguido siendo fuente de empleo directo o indirecto para millones de personas – dentro y fuera de los Estados Unidos- y, lo más importante, se habría empezado a reorganizar a fondo, para volverse competitiva frente sus competidores asiáticos.
Una reorganización a fondo de GM, supervisada por un tribunal de bancarrotas NO por un equipo de burócratas encabezado por el presidente Obama, habría obligado a que los sindicatos aceptasen nuevas condiciones laborales, sin prestaciones exorbitantes ni privilegios absurdos.
Obama cree poder lograr el milagro: Sanear GM sin tocar los sacrosantos intereses sindicales. ¿Cuánto dinero tendrá que perderse antes de que admita que no habrá tal milagro?
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